La obra aborda los azares y las contradicciones de esta construcción problemática, señalando su reincidencia en distintos momentos de la historia del Paraguay y alentando la posibilidad de discutir el concepto de identidad como presencia plena y clausurada.
La autora subraya dos figuras básicas como factores aglutinantes del relato fundacional republicano: la de la guerra y la del guaraní. La figura de la guerra acarrea las de destrucción y violencia. Y termina, fuera de control, extraviada en ámbitos yermos, poco propicios para sostener las representaciones heroicas que traman aquel relato en pos de una soberanía idealizada.
La figura del guaraní resulta aún más indócil para sostener la ficción ilustrada: crece al margen y a contramano de la utopía liberal moderna, pero no puede ser evitada por el Estado.
La propia inserción conflictiva del guaraní en ese esquema posibilita que este idioma actúe como una cuña desestabilizadora: el elemento que no encaja en el modelo (aunque se encuentre incluido en él) y deja un resquicio que permite dislocarlo, aun brevemente. Este desplazamiento deja lugar a la acción de la diferencia y, así, abre la posibilidad de trastornar el tiempo lineal, el puesto asignado, la identidad consumada y la memoria fija: al convocar a escena lo excluido promueve la emergencia de una nueva historicidad; quizá el principio, incierto, de otra escena.