Tras la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner, el teatro paraguayo atravesó una década de crisis y recambio generacional. “El enemigo con el cual crecimos desapareció de repente”, recuerda la actriz y directora Erenia López. El repentino cambio político descolocó la posición de resistencia que hasta entonces había sido motivación y consigna —y causal de prisión, tortura y exilio— de algunas de las propuestas más audaces, forzando redefiniciones justo en un momento en que la ampliación de la oferta cultural alejó al público de los escenarios. La legendaria puesta en escena de “Yo el Supremo”, en 1991, fue más bien la excepción que la regla. Las salas de teatro luchaban por sobrevivir.
En este contexto de transformación, una nueva generación comenzaba a buscar lenguajes y planteamientos escénicos distintos, abriéndose a otras disciplinas y referentes. La renovación implicó rupturas, pero también continuidades. Este trabajo intenta reconstruir los desafíos y búsquedas de esa década crucial a través del testimonio de una muestra diversa de directoras y directores, en algunos casos ya forjados en el teatro independiente desde los años 60, otros apenas entrados en la adolescencia al comenzar la transición: Arturo Fleitas, Erenia López, José Luis Ardissone, Teresa González Meyer, Agustín Núñez, Ramón “Moncho” Azuaga, Raquel Rojas, Jorge Báez, Mario Santander, Juan Carlos Rolón y Selva Fox. También se evocan las figuras de Rudi Torga y Miguel Gómez a través de las palabras de colaboradores cercanos.